Mía Conde tiene quince años y viaja a bordo del San Valentín rumbo a América. A su paso por los canales del sur se encuentra con una familia kawésqar que le regala una piedra de lapislázuli. Ella acepta encantada aquel regalo, sin imaginar que la ata a una antigua leyenda. De ahí en adelante la tediosa travesía toma un rumbo inesperado. El San Valentín es interceptado por una banda de piratas y Mía queda, por error, en poder de ellos. A bordo del Verdugo del Mar hace amistad con Johnny, el encargado del aseo del navío. Él es un joven de dieciséis años y ha pasado gran parte de su vida a bordo del barco pirata. Tiene una puntería envidiable y es un diestro espadachín, cualidades que ha debido desarrollar desde temprana edad para mantener a raya las burlas y abusos de los agresivos piratas del galeón. En un principio Johnny se las ingenia para mantener a Mía oculta de sus peligrosos compañeros, mientras espera la mejor oportunidad para devolverla sana y salva a su gente. Todo parece perdido cuando un descuido la delata y las buenas intenciones de su nuevo amigo no bastan para mantener a Mía a salvo de los tripulantes del Verdugo del Mar. Entonces se suceden extraños incidentes que rayan en lo sobrenatural, sin que Johnny y Mía sospechen que nada ocurre por casualidad. Con todo, ninguno de los extraños sucesos, los escalofriantes escenarios, ni los salvajes piratas, preparan al lector para el inesperado desenlace.